lunes, 4 de agosto de 2014
Despues no nos lamentemos...
El Mercurio sábado 10 de septiembre de 2011
Cartagena cumplió 110 años, y la más linda y
aristocrática de nuestra ciudades costeras avisa que no falta mucho para que la
arquitectura que le dio fama se venga al suelo.
Texto, Paula Donoso Barros | Fotografías, Vivian
Morales
En Cartagena no han brotado edificios de esos que se apropian de la vista al
mar y se ríen de los vecinos. Las lomas donde se afirma la ciudad se ven
intactas y la postal de la bahía es la de siempre, aunque a través del zoom la
imagen diga otra cosa. El ojo agudo descubre en los manchones de trébol amarillo
terrenos donde sólo quedan tablas a maltraer. Es cierto que, pese a todo, ha
durado más que otros balnearios.
Cumplir 110 años y mantenerse como postal de principios de siglo es un récord
que pocos de sus cercanas costeras puede mostrar. Adolfo Couve, el artista que
se enraizó en una de sus casonas, decía que el pueblo se salvaba porque había
tan poca plata que nadie iba a demoler para construir.
Por lo mismo las cosas no caen. Se van cayendo...
Nada pasa rápido en Cartagena. ¿Qué hay nuevo para decir de ella? Poco. Pero
recorrerla, casi vacía, bajo el sol de primavera, es un agrado.
En 1985 el terremoto llevó desde Santiago al arquitecto Rodrigo Villamandos a
trabajar en la reconstrucción de San Antonio. Poco después llegó a Cartagena,
donde hoy es asesor urbanista de la municipalidad, y no se movió más del pueblo.
Lo quiere. Rabea con ojo crítico y algo de humor negro.
El aniversario los encontró con pocos adelantos, reconoce. "La apuesta había
sido al turismo de invierno dirigido al adulto mayor pero no prosperó mucho...
No es un grupo con mucha capacidad de inversión"... Pero sí destaca una mayor
conciencia de rescate y preocupación dentro de los mismos cartageninos. "En gran
medida gracias a los profesores de historia, de artes, de los colegios
particulares y estatales. Veo una apropiación del tema por el propio habitante;
una defensa del lugar; porque en verdad tenemos una relación medio
esquizofrénica con la ciudad y con su rol de balneario; está el deseo de que sea
visitada, pero cuando se produce el fenómeno en verano, la gente reacciona:
quieren que vengan pero que se vayan luego".
Es la temporada que alimenta el invierno, donde el pueblo vive con una
sucursal de banco, comercio incipiente, algunos restoranes, residenciales y poco
más. "En toda la provincia no hay un cine, ¡qué ganas de hacer aquí un festival!
de hacer bonitos restoranes, tenemos unos callejones preciosos que en cualquier
pueblo europeo estarían llenos de bares, de talleres de arte...", dice el
arquitecto.
Hace unos diez años, más o menos, hubo un chispazo de energía. Cuando José
Miguel Zambrano, a la cabeza de los Amantes de Cartagena concitó el interés de
muchos y organizó semanas culturales y reflotó Cartagena ligada al tema
cultural. "Tuvimos a la filarmónica, grupos de cámara y coros, un rally de autos
antiguos. Él tenía una potente capacidad de gestión y eso hizo que la gente se
motivara. Pero se enfermó, lo dejó de hacer, y el municipio no fue capaz de
continuar. No le pudieron seguir el ritmo". Murió hace pocos meses, pero ya hace
varios años que no pasaba nada. "Nos quedamos huérfanos, era muy él". Y parece
ser verdad, ni siquiera tienen el teléfono de los Amantes de Cartagena en la
Municipalidad.
Como hitos de esfuerzo municipal, Villamandos menciona la tumba del poeta
Vicente Huidobro que recibió inversión del programa de mejoramiento urbano. Pero
está lejos de la autocomplacencia: "Sí... es bonito lugar, ¡pero estamos
hablando de Huidobro!, le faltó voladura. Bonito era hacer un concurso y
convocar artistas... Mucho pedir".
Desde allí se admira un paisaje hermoso, que da la idea del contexto
geográfico de la bahía y conserva la sensación de cómo se percibía la ciudad en
tiempos del poeta. La Fundación Vicente Huidobro compró los terrenos de la tumba
y la casa. "No es una casa nerudiana, es austera y, en términos de arquitectura,
una mezcla entre modernista y chilena... tiene cierta ambigüedad", dice
Villamandos.
Él mismo relaciona la obra municipal de la tumba con las intervenciones en la
Estación de Cartagena, Monumento Histórico, en un momento muy deteriorado y
además víctima de un incendio, un problema histórico de Cartagena por sus
construcciones de madera.
"Lo lógico era hacer un proyecto de restauración con una oficina
especializada. Pero la plata no alcanzaba para pagarlo y como se estaba cayendo,
¡ya! se le metió la plata y se salvó. Pero no es lo que uno hubiera hecho como
arquitecto o restaurador. Técnicamente quizás no fue lo mejor, pero al menos
está. Esa es la gran disyuntiva en que nos manejamos a nivel local".
Lo mismo ocurre con las construcciones de interés patrimonial, donde la mayor
parte tiene dueño particular. Algunas son centros vacacionales de sindicatos, en
general, grupos bastante empobrecidos, sin recursos para su mantención, "pero
que con sus posibilidades algo hacen". Otras están dedicadas a residenciales, y
en ese grupo hay algunas que se conservan con más dignidad. "Algunos las
intervienen pésimo buscando hacerles mejoras, pero al menos permanecen en pie y
conservan la conformación urbana", agradece Rodrigo Villamandos.
Por último, menciona propiedades de familiones grandes, que no saben qué
hacer con la casa que se está cayendo y, al final, simplemente la abandonan,
como en el caso del castillo Ferreiro. "Nadie quiere hacerse cargo, porque el
nivel de deterioro implica un gasto enorme. Los municipios en caso de riesgo
están facultados para emitir un decreto de demolición, pero acá ¡no queremos
demoler! En una ocasión, como amenazaba a una casa vecina, cotizamos una
estabilización estructural para hacerla y cobrársela al dueño después. Eran 80
millones; ni el Municipio podía hacerlo. Ahí uno se da cuenta de que
instrumentos como Zona Típica o Patrimonial no protegen nada".
Cartagena tiene delimitada una Zona Típica dentro del área urbana. Es un
sector dividido en dos partes y, paradojalmente, la casa de Adolfo Couve, el
pintor y poeta que dejó su nombre para siempre unido a la ciudad, y donde hoy
está el Museo de Artes Decorativas Villa Lucía, quedó fuera de esa
área.
Alvaro García es gestor cultural y guía en la visita del museo que ocupa la
casa de Couve. Allí, junto con rendir homenaje a la memoria y a la obra del
artista, la intención es recorrer la vida doméstica de una Cartagena en sus años
de esplendor. "Queremos retroceder en el tiempo y revivir su imagen
aristocrática".
Su mirada a Cartagena, también es cariñosa pero exigente.
"Se han
hecho cosas pero muy lento. Es paradójico que teniendo tanta historia nunca se
haya hecho un museo municipal y que haya tenido que venir un emprendedor de
fuera para hacer esto". Se refiere al médico y coleccionista Daniel Fernández
Dodds, propietario del museo y gestor del circuito cultural denominado Litoral
de las Artes.
Sí reconoce un pequeño pero significativo avance entre sus
visitantes. "En el aire se respira esto del patrimonio tangible, intangible.
Antes ni se sabía lo que era, pero ya la gente sabe lo que tiene".
Texto, Paula Donoso Barros Fotografías, Vivian Morales.
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