lunes, 4 de agosto de 2014
El Patrimonio de Todos...
Casa y Decoracion, El Mercurio
Litoral central:
El lujo es de todos
Poco dados al veraneo democrático, los chilenos han dejado balnearios de
lujo muriendo lento en el abandono. En Europa serían polos turísticos
imperdibles, pero acá la "inmadurez social" nos hace emprender un éxodo
absurdo y no entender que el patrimonio es el lujo de todos. "Que no es
necesario haber sido rico en los años 20 para disfrutar Cartagena o Las
Cruces, porque están ahí", asegura Federico Sánchez llamando a perderle
el susto.
Texto, Paula Donoso Barros |
¿Por qué no? Quizás a escala menor, pero no por eso su guión histórico, cultural y
arquitectónico sea menos potente. Pero la peor secuela de la "inmadurez
social", como llama el arquitecto y diseñador Federico Sánchez, a esa
condición que casi genéticamente obliga al chileno a huir, a
encasillarse entre sus pares, a protegerse de la diversidad, tiene a los
balnearios de nuestra zona central apenas sobreviviendo, muy lejos de
la realidad que estarían disfrutando si miraran al Mediterráneo.
Novedad ninguna. El mismo hecho se repite en ciudades y costas, y el
director de la Facultad de Arquitectura y diseño de la UDP, habituado a
recorrer Santiago en su City Tour televisivo, esta vez lamenta las
consecuencias de esta dinámica del abandono que se repite una y otra vez
en las playas "cuando se democratiza la cosa".
El caso del litoral central es claro y parte en Cartagena. Cuando al
oasis del romanticismo arquitectónico de la clase alta llegó el tren, la
gente se refugió en Las Cruces, "algo así como el barrio alto de
Cartagena", dice Sánchez. Fue el principio de una historia de
migraciones impulsadas siempre por la búsqueda de la exclusividad. "La
clase alta se descuelga para ir marcando una pequeña y sutil
diferencia".
El proceso nunca se ha detenido. "El auto fue la democratización total",
los veraneantes se siguieron masificando y los enclaves de exclusividad
se fueron sucediendo. "El terror a la diferencia es feroz: quiero vivir
donde ojalá todos sean iguales a mí y ojalá veamos el mismo programa en
la noche. En este país la movilidad social es un tema, estamos
convencidos de que nacemos en una clase por derecho casi divino",
reclama.
Pero asume que así somos. Y, por lo mismo, lo que en verdad le interesa
son los efectos de este carácter. En este caso, el abandono en que han
ido cayendo las construcciones del litoral tras la huida sin que a nadie
le importara.
"A partir de nuestra inmadurez social congénita, la tendencia es a lo
desechable. No hemos logrado nunca comprender el valor de las cosas;
pienso que es porque en algún momento como país fuimos demasiado pobres
como para entenderlo y después, cuando tuvimos los recursos, nos
encandilamos", dice.
Lo que no comprende es que como sociedad sigamos sin aquilatar lo que dejamos atrás como patrimonio.
"En este país hemos democratizado el lujo, pero sólo desde la
perspectiva del consumo. Lamentablemente se entiende que lo lujoso es
algo mío, para mí; es decir, que nace y muere en mi beneficio. Pero yo
creo que también es un bien social. ¿Por qué no hemos podido entender
que nuestro patrimonio también es parte de nuestros potenciales lujos?
¿Que nos pertenece a todos por igual? ¿Que hay que aprovecharlo? Uno no
tiene que haber sido rico en el año 20 para gozar Cartagena. Está ahí, y
nos pertenece".
Por lo mismo lo abruma el desinterés en sacarlos a flote, en potenciar
toda la historia que guardan. "Salvo los intelectuales que siguen siendo
unas especies de outsiders, nadie ha podido entender que en los pueblos
de nuestra costa existe un potencial de desarrollo cultural y social
altísimo".
A lo mejor tembleque pero todavía viable. "Y no sólo en los grandes,
porque también en El Quisco, en Algarrobo, en El Tabo hay arquitectura
de los 50 y 60 maravillosa. Bungalows, chalets, las primeras garden city
en Santo Domingo, todos los momentos de nuestra historia de cuando
dejamos de mirar a Europa y pusimos los ojos en Estados Unidos. Hay que
considerar el patrimonio moderno también; protegerlo de las garras de
cualquier negocio que no piense en el bien común".
Cartagena, Las Cruces y, "por defecto", Isla Negra, es la tríada que
marca el inicio del rescate que propone, ya que entre los tres arman un
núcleo turístico súper atractivo. "Un gringo o un europeo se da tres
vueltas de carnero invertidas de pura emoción por recorrer el litoral de
los poetas. Visitar las tierras de Neruda en Isla Negra, de Huidobro en
Cartagena y de Parra en Las Cruces, ¡qué más! Si uno pudiera construir
ese discurso a nivel de marca territorial, sería la locura. Eso es lo
que uno compra cuando va a la Costa Azul a Cannes, a Montecarlo; compra
el mito, el discurso que acompaña este lujo que ahora es de todos".
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